El día que en lugar de tratar de enseñar a nuestros hijos, seamos plenamente conscientes de que aprenden aunque no nos lo propongamos. Entonces nos daremos cuenta de la inutilidad de la frase tan manida “haz lo que diga, no lo que haga”.
Durante mucho tiempo tuve una espinita clavada, aprendí a nadar sólo, cuando era muy pequeño. Recuerdo quedarme mirando a los mayores, aún siento la sensación que suponía estar interiorizando toda aquella información, no lo recuerdo como estar estudiando, no lo racionalizaba, simplemente aprendía y me sentía fenomenal.
Fue al crecer cuando empezó a clavárseme la espinita, se puso de moda llevar a los niños desde muy pequeños a cursos de natación en la piscina y claro yo aprendí sólo, empezaba a dudar de la valía de mi propio aprendizaje.
Ha sido cuando he empezado a interesarme activamente por el comportamiento humano, el funcionamiento de la mente y sus procesos de aprendizaje, cuando me he dado cuenta del valor real que supone el ser consciente de como aprendemos de modo efectivo.
Ahora, cuando llego al parque o a la playa con mi niña de dos años me quedo observándola, embelesado admiro como ella a su vez observa y aprende. Aprende, como a su vez yo aprendo viéndola a ella.
Me sorprendo al darme cuenta de que esas personas pequeñitas son mucho más capaces, en todos los ámbitos, de lo que les suponemos. Siempre acabo con la sensación de que son pequeños genios, para luego preguntarme ¿qué es lo que sucede durante el camino que acaba limitándonos?
“No se puede enseñar nada a una persona, sólo se la puede ayudar a encontrar la respuesta dentro de sí” Galileo Galilei
Autor de la fotografía Chris Parfitt
Seguir leyendo: ¿Tienes libre albedrío?