Hay determinados momentos en la vida en los que todos hemos tenido la impresión de que sólo existen dos estados: el éxito o el fracaso. Y el momento actual no lo hace precisamente más fácil “escaparse” de esta impresión. Todo individuo u organización pueden verse envueltos en una dinámica que les lleve a uno de estos dos estados. En ambos casos, el factor que ejercerá una influencia decisiva será la confianza o la ausencia de esta. Sólo la confianza evita que un hecho disruptivo o desafortunado, un “mal momento”, nos desestabilice por completo y permite resistir los duros golpes que a veces nos propina la realidad. Cómo construirla y preservarla es, por tanto, una tarea de vital importancia.
“La confianza es una hipótesis sobre la conducta futura del otro. Es una actitud que concierne el futuro, en la medida en que este futuro depende de la acción de un otro. Es una especie de apuesta que consiste en no inquietarse del no control del otro y del tiempo.” – Laurence Cornu
La confianza es el nexo que une las expectativas con el rendimiento, las inversiones con los resultados; es el elemento que hace posible tomar el control de las circunstancias.
La dinámica del éxito no depende de un talento determinado. La presencia de un equipo formado por grandes figuras no es de por sí una garantía de victoria sobre el terreno de juego (véase los equipos construidos a golpe de talonario): ésta dependerá del desarrollo de los acontecimientos en el campo y de la confianza que los jugadores sientan en sí mismos. Todo el contexto en que éstos se ven inmersos son factores que hacen que su confianza en jugar bien aumente o disminuya y, en consecuencia, sus probabilidades de victoria. Confiar o no confiar, por tanto, son una reacción razonable a las circunstancias: interpretamos los acontecimientos en función de lo que vemos que ocurre y de cómo nos tratan los que están a nuestro alrededor. Las circunstancias en las que nos movemos influyen en nuestra cultura que, a su vez, influye en nuestra percepción y ésta en la confianza para actuar.
El liderazgo no depende del líder, sino de la capacidad de generar certeza en los demás.Haz click para twittearInfundir confianza es la tarea del líder. Todos necesitamos la confianza de que nuestras inversiones de tiempo, esfuerzos y dinero obtendrán unos resultados positivos. Esta capacidad, a su vez, es producto de la confianza que el líder siente en sí mismo y que le sirve en la resolución de las dificultades.
“ Me parece que los líderes que trabajan de manera más productiva nunca dicen ‘yo’. Y eso no es porque ellos se hayan acostumbrado a no decir ‘yo’. No piensan en ‘yo’. Piensan en ‘nosotros’, piensan en ‘equipo’. Entienden el papel que cumplen para hacer que el equipo funcione. Aceptan sus responsabilidades y no las esquivan, pero el crédito se lo lleva ‘nosotros’. Esto es lo que crea la confianza, lo que permite que se lleven a cabo las tareas”. – Peter Drucker
La confianza que el líder deposita en los demás. Confiar sólo en uno mismo y desconfiar del resto afecta negativamente al nivel de seguridad general que se vive en un equipo u organización y denota un estilo de liderazgo caduco. Sin embargo, un líder que confía en los demás (partiendo de la base de que los integrantes del equipo son profesionales capacitados) hace que ese crédito se contagie y se extienda a todos los niveles de la organización, y con él, la cultura del éxito, la responsabilidad individual, la autonomía, la satisfacción y la productividad. En la práctica todo esto se traduce en el fomento del diálogo abierto, de una comunicación inequívoca sobre las expectativas y de una garantía de información transparente y accesible. Los líderes deben incluir en su agenda la comunicación entre departamentos, el fomento del respeto y la inclusión y la definición de objetivos comunes.
La confianza se refuerza cuando las personas se sienten vinculadas entre sí y están dispuestas a comprometerse unas con otras.
La relación entre las expectativas y el rendimiento forma el núcleo de la confianza en uno mismo. Las personas seguras de sí mismas pelean más y durante más tiempo y, así, aumentan sus posibilidades de éxito. Los triunfadores creen con gran determinación que sus esfuerzos darán buenos resultados: estas expectativas determinan la intensidad del empeño que se dedicará a conseguir el éxito. Si estamos convencidos de poder obtener un buen resultado, emplearemos más dedicación y tiempo para superar los obstáculos que aparezcan. Este supuesto no es un mero ejercicio mental: cuando un líder considera que alguien es un buen trabajador, le presta más atención, invierte en él más tiempo, le proporciona más consejos, encuentra y alaba sus puntos fuertes y obvia los débiles. Y esto es lo que marca la diferencia entre ir al trabajo o ir a trabajar.
“La confianza influye sobre dos variables, la velocidad y el coste operativo. Cuando la confianza se pierde, la velocidad disminuye y el coste aumenta. Cuando la confianza aumenta, la velocidad también aumenta y el coste disminuye. Es así de simple, real y perceptible.” – Stephen Covey
La confianza de los líderes en sus equipos marca el tono y da forma a las expectativas surgidas de los triunfos iniciales. Estos triunfos mejoran el estado de ánimo de las personas y, dado que los ánimos se contagian con facilidad, las emociones positivas refuerzan la cooperación, disminuyen la posibilidad de conflictos y garantizan una percepción más optimista de las tareas de cada uno, especialmente entre las personas que trabajan juntas durante largo tiempo. De la misma manera, las emociones negativas tienen justamente los efectos contrarios y, desafortunadamente, se propagan a mayor velocidad.
El éxito apuntala la confianza de las personas en su capacidad para autogestionarse.
Un equipo empieza a cosechar éxitos cuando su liderazgo ha creado la base para una fe y cohesión interna que permite a sus integrantes incrementar la velocidad de las tareas y procesos y eliminar la burocracia de la comunicación. Cada vez que se obtiene buenos resultados, éstos realimentan las conductas positivas y conduce al equipo a una serie de triunfos sostenidos en el tiempo. El logro (entendido como la suma de todos los buenos resultados tangibles e intangibles) refuerza la dinámica ganadora porque genera confianza a cuatro niveles:
- Confianza en sí mismo. Un clima emocional de grandes expectativas permite ver los acontecimientos bajo una luz positiva. Genera optimismo, produce energía y eleva la moral, y facilita mantener unas aspiraciones altas y la esperanza de alcanzarlas.
- Confianza mutua, es decir, un comportamiento positivo, solidario y orientado hacia el equipo. Ganar hace que nos comprometamos aún más con nuestras tareas y con los demás. Causa un respeto que, a su vez, hace que nos sintamos seguros, responsables y dispuestos a admitir errores. Estos comportamientos aumentan las probabilidades de que los problemas se detecten a tiempo y se encuentren soluciones con rapidez.
- La confianza en el sistema. Es decir, en las estructuras organizativas y las rutinas. De sobra es conocida la expresión la cultura se come a la estrategia para desayunar. Ganar convierte tendencias informales en hábitos formales: transforma la responsabilidad, el trabajo en equipo y la iniciativa, más las prácticas que los fomentan, en rutinas saludables y en una cultura ganadora.
- La confianza exterior. Las organizaciones triunfadoras tienen más fácil el camino para atraer inversores, clientes, admiradores o personal con talento, para despertar la atención de los medios y granjearse el apoyo de los líderes de opinión y la benevolencia gubernamental. Es decir, tejen a su alrededor una red que les proporciona los recursos, y seguir ganando garantiza el crecimiento de esta red. La confianza que proviene del exterior alimenta las expectativas optimistas y refuerza aún más la buena dinámica.
“ La confianza se crea cuando alguien está vulnerable y no se saca provecho de ello”– Bob Vanourek
Crear confianza es un arte que empieza por uno mismo. Podemos describir la confianza, pero ni siquiera es una cuestión de si se tiene o no confianza, sino si se siente o no se siente. Sentirse confiado es una experiencia que depende fundamentalmente del enfoque y del significado que damos a los hecho y personas, y si esa experiencia se refuerza o no en el tiempo. Hay momentos decisivos en los que los destinos de una organización (o persona) pueden tomar rumbos opuestos dependiendo de si cuenta o no con un (auto)liderazgo adecuado.
El carácter del líder es clave en esos momentos en los que la confianza se ha erosionado a todos los niveles. Los líderes pueden detener las espirales descendientes, invertir tendencias negativas, acabar con los malos hábitos y restablecer la confianza. Muestran habilidad para afrontar las crisis y gestionarlas con sabiduría que se asienta en su capacidad de diagnosticar una situación comprometida, dialogar sin censura, asumir los hechos y movilizarse para enderezar el rumbo. Sus acciones para crear una dinámica ganadora se apoyan en tres pilares:
1. Enfrentarse a los hechos y reforzar el sentido de la responsabilidad. Un fuerte sentido de la responsabilidad actúa como catalizador para restablecer una dinámica positiva. Este sentido empieza a diluirse en las organizaciones que se ven sometidas a la entropía interna, en las que la comunicación, la práctica y la iniciativa se detienen. El buen líder introduce una serie de medidas que incluyen:
– Un diálogo franco sobre los problemas y las expectativas.
– La exigencia de tener el coraje suficiente para asumir las propias responsabilidades.
– Una comunicación continua, abierta e intensa.
– Clarificar las prioridades y prestar atención a los detalles.
– Feedback sobre el rendimiento como espejo de la responsabilidad.
2. Cultivar la colaboración. La colaboración supone el segundo pilar de la confianza, imprescindible tanto para pequeños equipos como para organizaciones complejas. Los problemas estratégicos y operativos requieren acabar con todas las conductas que torpedean el trabajo en equipo y restablecer la confianza mutua entre los miembros. Para conseguir tales objetivos no basta con eslóganes o exhortaciones, sino que hay que transmitir un mensaje coherente. En realidad una organización es gran cadena de conversaciones: las probabilidades de éxito dependen de quién hable con quién y cómo lo haga.
3. Fomentar la iniciativa e innovación. Los peores signos de entropía en los individuos y en las organizaciones son la pasividad y la impotencia adquiridas. Cuando las personas se resignan a su destino, nada cambia. Los fatalistas arrastran consigo a los demás, ven la peor parte en todo, rechazan las sugerencias de otros y a cambio no proponen nada. Cuando la iniciativa decae, desaparecen la creatividad y la innovación, los problemas quedan sin resolver, las oportunidades se pierden y se instala una dinámica negativa cada vez más difícil de romper.
“Mejor confía en el hombre que se equivoca siempre que en aquel que nunca duda” – Eric Sevareid.
En las elecciones que hacemos en la vida, nuestro carácter ejerce un peso significativo. El carácter es un reflejo de cómo nos sentimos por dentro, nuestra intención y el nivel de integridad que mostramos en nuestras relaciones con los demás. Lo que da forma al carácter son los valores frente al mundo que nos rodea. Independientemente de dónde procedan los valores (familia, educación, religión, sistema político etc.), un carácter fuerte ayuda a tomar las mejores decisiones en momentos de derrota o de pérdida, así como a recuperarse con mayor facilidad. Las personas con carácter han interiorizado los tres pilares de la confianza que forman su estructura interior frente a la adversidad. Por ello pueden hacer un esfuerzo “extra” para estar a la altura de sus responsabilidades, mostrarse dispuestos a una colaboración mutua y tener suficiente iniciativa para encontrar los pasos, por pequeños que sean, que les lleven a superar los obstáculos.
“Los sabios ponen su confianza en las ideas y no en las circunstancias” – Ralph Waldo Emerson Haz click para twittearLa vida se compone de altibajos, de ciclos de expansión y de contracción, de aceleración y ralentización. Así es el pulso de la vida: nada perdura, sólo el cambio.
La confianza es el pegamento que nos une al pulso de la vida y a las personas. Confiar en el futuro no es una garantía, pero es lo que nos motiva a seguir adelante, esforzándonos con optimismo.
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Originally posted 2017-09-22 09:13:01.